29 de marzo de 2013

EL ZOO HUMANO

Cuando las presiones de la vida moderna se vuelven opresivas, el fatigado habitante de la ciudad suele hablar de su rebosante mundo como de una jungla de asfalto. Es ésta una forma colorista de describir el modo de vida en una comunidad urbana densamente poblada, pero es también sumamente inexacta, como puede confirmar cualquiera que haya estudiado una jungla verdadera. En condiciones normales, en sus habitats naturales, los animales salvajes no se mutilan a sí mismos, no se masturban, atacan a su prole, desarrollan úlceras de estómago, se hacen fetichistas, padecen obesidad, forman parejas homosexuales, ni cometen asesinatos. Todas estas cosas ocurren, no hace falta decirlo, entre los habitantes de las ciudades. ¿Revela, pues, esto, una diferencia básica entre la especie humana y otros animales? A primera vista, así parece. Pero esto es engañoso. También otros animales observan estos tipos de comportamiento en determinadas circunstancias, a saber, cuando se hallan confinados en condiciones antinaturales de cautividad. El animal encerrado en la jaula de un parque zoológico manifiesta todas estas anormalidades que tan familiares nos son por nuestros compañeros humanos. Evidentemente, entonces, la ciudad no es una jungla de asfalto, es un zoo humano. La comparación que debemos hacer no es entre el habitante de la ciudad y el animal salvaje, sino entre el habitante de la ciudad y el animal cautivo. El moderno animal humano no vive ya en las condiciones naturales de su especie. Atrapado, no por un cazador al servicio de un zoo, sino por su propia inteligencia, se ha instalado en una vasta y agitada casa de fieras, donde, a causa de la tensión, se halla en constante peligro de enloquecer. A pesar de las presiones, las ventajas son importantes. El mundo del zoo, como un padre gigantesco, protege a sus inquilinos: se suministran comida, bebida, albergue y cuidados médicos e higiénicos; los problemas básicos de supervivencia se hallan reducidos al mínimo. Hay tiempo libre en abundancia. El modo en que se emplea este tiempo en un zoo no humano varía, naturalmente, de una especie a otra. Unos animales reposan tranquilamente y dormitan al sol; otros encuentran cada vez más difícil aceptar una prolongada inactividad. Si es usted inquilino de un zoo humano, pertenece inevitablemente a esta segunda categoría. Hallándose en posesión de un cerebro esencialmente exploratorio e inventivo, no podrá reposar durante mucho tiempo. Se verá impulsado con creciente intensidad al desarrollo de actividades cada vez más complicadas. Investigará, organizará y creará, y, al final, se habrá hundido a mayor profundidad todavía, en un mundo de parque zoológico aún más cautivo. A cada nueva complejidad, se encontrará alejado un paso más de su estado tribal natural, el estado en que sus antepasados existieron durante un millón de años. La historia del hombre moderno es la historia de su lucha para hacer frente a las consecuencias de este difícil progreso. El cuadro se vuelve confuso e induce, a la vez, a la confusión; en parte, a causa de su misma complejidad y, en parte, porque nos hallamos implicados en él en un papel dual, siendo espectadores y participantes al mismo tiempo. Tal vez pueda aclararse la escena si la contemplamos desde el punto de vista del zoólogo, y esto es lo que intentaré en las páginas que siguen. En la mayoría de los casos, he seleccionado ejemplos que serán familiares a los lectores occidentales. Esto no quiere decir, sin embargo, que me proponga referir mis conclusiones sólo a las culturas accidentales. Por el contrario, todo indica que los principios subyacentes se aplican por igual a los habitantes de ciudades de todo el mundo. Si parezco estar diciendo: "Retroceded, camináis hacia el desastre", permítame asegurarle que no es así. En nuestro incansable progreso social, hemos liberado gloriosamente nuestros poderosos impulsos exploradores e inventivos. Constituyen una parte básica de nuestra herencia biológica. No hay en ellos nada artificial ni antinatural. Ellos nos suministran nuestra gran fuerza, así como nuestra gran debilidad. Lo que trato de mostrar es el creciente precio que tenemos que pagar por satisfacerlos, y los ingeniosos expedientes que ideamos para hacer frente a ese precio, por exorbitante que resulte. Los riesgos van aumentando continuamente, y el juego se hace cada vez más peligroso, las bajas más sobrecogedoras, y el paso más acelerado. Pero, pese a los azares, es el juego más excitante que el mundo ha presenciado jamás. Es absurdo sugerir que alguien debería tocar un silbato y tratar de detenerlo. No obstante, hay formas diferentes de jugarlo, y, si podemos comprender mejor la verdadera naturaleza de los jugadores, debería ser posible hacer el juego más remunerador aún, sin que, al mismo tiempo, se tornara más peligroso y, por fin, desastroso para toda la especie. Introducción del libro "El zoo humano" de Desmond Morris.

5 de noviembre de 2009

SELF

Hoy me voy a dedicar a hablar de ustedes. Ustedes que hacen mi día a día, ustedes con los que convivo a diario y que hablo y que interactuó y que hacen de mi existencia algo tan penoso, o vano, o simple, o cruel, o tonto, o desinteresado, o mezquino, o feo, o lindo, o hermoso, o sublime, o curioso. Hay… en mi mundo muchas clases de personas (para bien o para mal), y cuando digo muchas clases digo quizás tantas como las mismas personas. Hay quienes me odia, y me doy cuenta. Hay quienes posiblemente me amen y también me doy cuenta. Pero, no lo sé, nunca pude ser muy… demostrativo o fácil. Quienes me conocen mejor, lo saben muy bien. Hay quienes hablan y hablan y hablan y no dicen realmente nada. Hay quienes hablan y hablan y hablan y no dicen prácticamente nada. Hay quienes hablan y hablan y hablan y son más que interesantes. Últimamente hay quienes son lo más dulce que conocí en mucho tiempo, pero que simplemente están prohibidos… o por lo menos a primera instancia. Y créanme que muchas veces esa es mi única instancia.
No necesito a nadie y nadie necesita de mí. Soy un dedo meñique. Soy un apéndice. Y con etílica franqueza lo digo, no necesito a nadie. Y lo veo, créanme que lo veo. Pero no lo acepto. Ustedes no me hacen aceptarlo. O quizás soy simplemente yo que ingenuamente me fusiono con el resto, sabiendo que nunca podría realmente lograrlo, haciéndolo ilusoriamente y solo en mi cabeza.
No se… porque puedo llegar a ser así, tan basura. Porque esa es la palabra, tan despreocupado de todo, y sin embargo egoístamente querer que el resto se interese en mí y que no se quieran conocerme quizás. Si yo jamás me intereso en nadie, sencillamente no logran captar mi atención. No se ser así es una forma de auto preservarme o si siempre fui así. Si siempre dependí y necesite solo de y a mí mismo. Soy la persona menos audaz sobre la faz de la tierra. Soy demasiado complicado. Soy muy, muy, demasiado perfeccionista. Soy yo. Y ese es el problema.
Quizás algún día, no sé, consiga un trabajo, o viaje… o me enamore y me duerma, como hace el resto de la humanidad y me deje de importar todo esto. Y me deje de hacer todas estas preguntas. E ignore todo, como ignoro a la gente, como ignoro mis necesidades, como ignoro mis problemas. Como evaporo todo eso. Quizás sea lo que necesite, aunque mi ser pensante me dice muy lucidamente que no. y me paro a pensar y esta es mi vida, y minuto a minuto se va, se escapa de entre mis manos como la arena. Quizás yo también tenga o quiera escapar. Esta vida está llena de preguntas, es un misterio y quizás no tenga sentido encontrarles respuestas.

3 de noviembre de 2009

ME MUERO DE CURIOSIDAD

Me encuentro, a muy mi manera de ver las cosas… y el mundo en general, en un dilema. En una encrucijada que una vez más complico e idealizo sobremanera. Una vez más todo resulta confuso pero esperanzador. Como muchas otras veces. Aunque cabe decirlo, siempre termine decepcionándome. De hecho, ni siquiera sé lo que estoy pensando, lo que estoy diciendo, lo que estoy escribiendo. Y ustedes dos, ustedes dos están leyendo esto, o lo van a leer. Y no se imaginaran en lo más mínimo, que hablo de ustedes. No, no son amigos. No, no son ni siquiera conocidos, se podría decir. Me da tanta impotencia no poder ver sus caras cuando lean esto. Porque yo se que, de una u otra manera se van a dar cuenta que hablo de ustedes dos… estoy seguro. Pero siempre cabe la duda, siempre esta esa amarga y cruel incertidumbre, que es la que tengo en este momento… en este preciso momento que estoy escribiendo esto y que ni se a donde lleva, a donde desemboca y con qué objeto lo hago. Una vez más, un año se acaba. Un año más y van 19 casi completos… sin haber logrado nada particularmente importante. Sin conocer a nadie, sin conocer que es esto… que es este mundo… que es esta vida que llevo. Que es todo eso, sin entenderlo. Sin encontrarle ni sentido ni dirección, ni satisfacción, ni siquiera encontrarle motivos para seguir viéndolo y contemplándolo y viviéndolo. Ya a esta altura realmente me causa gracia, ser tan impotente de no poder hacer nada. Y estas cuatro palabras resumen todo lo que pienso, y es por eso que se que lo van a entender… justamente, los entendidos a los que va esto. ME MUERO DE CURIOSIDAD.

31 de octubre de 2009

SIN TITULO

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo

4 de octubre de 2009

LIFE FOR RENT

I haven't ever really found a place that I call home
I never stick around quite long enough to make it
I apologize that once again I'm not in love
But it's not as if I mind, that your heart ain't exactly breaking
It's just a thought, only a thought

If my life is for rent
And I don't, learn to buy
Well I deserve nothing more than I get,
Cos nothing I have is truly mine

I've always thought that I would love to live by the sea
To travel the world alone
And live more simply
I have no idea what's happened to that dream
Cos, there's really nothing left here to stop me
It's just a thought, only a thought

If my life is for rent
And I don't, learn to buy
Well I deserve nothing more than I get,
Cos nothing I have is truly mine

If my life is for rent
And I don't, learn to buy
Well I deserve nothing more than I get
Cos nothing I have is truly mine

While my heart is a shield
And I won't, let it down
While I am so, afraid to fail
So I won't even try
Well how can I, say I'm alive?

But if my life is for rent
And I don't learn to buy
Well I deserve nothing more than I get,
Cos nothing I have is truly mine

If my life is for rent
And I don't, learn to buy
Well I deserve nothing more than I get,
Cos nothing I have is truly mine

Cos nothing I have is truly mine
Cos nothing I have is truly mine
Cos nothing I have is truly mine




Dido - Life For Rent
http://www.youtube.com/watch?v=ZG8pMnmnuCY

6 de septiembre de 2009

FIVE MINUTES LATER...

Que hermosa y tranquila tarde.
Las nubes opacan la luz del sol, esconden abruptamente todo lo feo de la cotidianeidad,
el olor a nada en el aires resulta tan delicioso, el silencio, la tranquilidad…
Algo que rara vez, por aquí, se puede disfrutar.

Que hermosa será la tarde que, hasta tengo apetito
hasta tengo ganas de comer algo, de nutrirme. De leer algo y relajarme.
Hoy, por este lapso pequeño de horas, me siento casi completo
y aunque el azar, como siempre, no me acompañe
aprendí, o abrí los ojos, como nunca lo hago, y me dispuse a disfrutar…
De las cosas como son, de las cosas como están.
Resigne algo que nunca me gusto resignar, ese espíritu luchador, esa furia…
Ese asco que me da todo esto, hoy parezco pasarlo por alto,
dulce y mansamente conformarme, transformarme en un nauseabundo conformista
de esos que tanto odio.

Y parece el tiempo ya no burlarse más de mi, parece detenerse.
Aunque los seres que me rodean sigan con su banalidad y intereses pacatos,
hoy todo está bien, todo está en sintonía.
Todo esta tranquilo, en esta hermosa y tranquila tarde.

ESTA CIUDAD ES DE MENTIRA

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las palmeras se doblen
a acariciar la crin de los caballos
y los ojos de las putas sean tiernos
como los de una Venus de Lucas Cranach
no puede ser que el viento levante las polleras
y que todas las piernas sean lindas
y que los consejales vayan en bicicleta
del otoño al verano y viceversa.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que nadie sienta rubor de mi pereza
y los suspiros me entusiasmen tanto como los hurras
y pueda escupir con inocencia y alegría
no ya en el retrato sino en un señor
no puede ser que cada azotea con antenas
encuentre al fin su rayo justiciero y puntual
y los suicidas miren el abismo y se arrojen
como desde un recuerdo a una piscina.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las brujas sonrían a quemarropa
y que mi insomnio cruja como un hueso
y el subjefe y el jefe de policía lloren
como un sauce y un cocodrilo respectivamente
no puede ser que yo esté corrigiendo las pruebas
de mi propio elogiosísimo obituario
y la ambulancia avance sin hacerse notar
y las campanas suenen sólo como campanas.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
O es de verdad
y entonces
está bien
que me encierren.

Mario Benedetti
[Que linda tarde, ver el cielo nada mas me hace levantar el animo... me hace acordar a alguien esta tarde.]